Bodas de Plata de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de El Buen Suceso

Primera profecía de la Reverenda Madre Mariana de Jesús Torres, cumplida poco después de su muerte



     A las tres de la mañana del 2 de febrero de 1634, la Madre Mariana acababa de terminar de rezar en el Coro Alto cuando notó que la lámpara junto al Santísimo se había apagado. Se puso de pie por instinto e intentó bajar a la iglesia para re - encenderla, pero una fuerza desconocida la inmovilizó de modo que no pudo dar un solo paso. En ese momento Nuestra Señora se le aparecí y acercándosele, le dijo:

“Mi hija querida, hoy te traigo la agradable noticia de tu muerte, que ocurrirá en once meses. Tus ojos se cerrarán entonces a la luz material de este mundo para abrirse en la brillantez de la luz eterna. Prepara tu alma de modo que, purificada aun más, pueda ella entrar completamente a disfrutar de su Señor”.

Y así sucedió. La salud de la Madre Mariana comenzó a decaer, pero ella todavía estaba al frente de sus deberes en el convento mientras le era posible. Finalmente llegó el momento en que tuvo que ser confinada en una cama.


Empero, toda ella era incendios divinos, su aspecto,  
sus sentimientos, sus palabras, sus modales, revelaban la santidad e íntima unión con Dios. Por ese tiempo su virtud se traslucía hasta afuera de su amado Convento y una afluencia de gente asistía continuamente a pedir con insistencia, el poder hablar con la Santa Fundadora como la llamaban.

Conociendo el día y hora de su muerte, la Madre Mariana comunicó a sus amadas hijas sobre su viaje final a la eternidad. Alrededor de la una la tarde de ese día pidió a la Madre Abadesa que convocara a la comunidad.


Cuando llegaron, la Venerable Madre leyó en voz alta su magnífico testamento.


Comenzó afirmando que moría como hija fiel de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Entonces, con una voz vibrando de la emoción pero firme con la fuerza de la fe y de la sinceridad, repitió las palabras de Nuestro Señor:


“Es necesario que me vaya pero no las dejaré huérfanas. Iré hacia nuestro Padre, nuestro Dios, y el Consolador Divino descenderá para confortarlas”.


Después de recibir el Santo Viaticum, ardiendo de amor, cerró tranquilamente sus ojos y dejó de respirar. La Madre Mariana de Jesús fue junto al Señor a las tres de la tarde del día 16 de enero de 1635. Tenía entonces setenta y dos años de edad.


Poco después, la noticia de su muerte había recorrido ilimitados confines. Los quiteños desde muy temprano, cercaron el Monasterio rogando se les permita ver por última ocasión a quién había sido un cúmulo de virtudes, discreta consejera, pacificadora de familias, consuelo en las aflicciones, auxilio eficaz en las necesidades morales y económicas, intercesora poderosa ante Dios y el ángel tutelar de la ciudad en todos los aspectos.


La multitud en la iglesia era tal, que los Padres Franciscanos tuvieron que sortear enormes dificultades para poder ingresar a la Clausura para los oficios post mortem, debiendo a su vez impedir el ingreso de la avalancha humana a la misma.


Durante tres días seguidos y a diversas horas, fueron oficiadas muchas Misas. Después, en medio del Canto “De Profundis", los Franciscanos trasladaron el cuerpo hacia el cementerio del Convento.



Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores
Entre los miles de asistentes a las exequias, se encontraba una joven de dieciséis años, de resaltante hermosura e imponente recato. Era Mariana de Jesús Paredes y Flores, quien en determinado momento se puso de pie, y ante los presentes proclamó a viva voz y sin respeto humano: “Ha muerto una santa..!"


La azucena quiteña había sido bautizada con el nombre Mariana de Jesús, en honor a la fundadora española, y desde muy temprano asistía al Convento de las Madres Conceptas sin ser parte del mismo, para ser encaminada hacia la práctica heroica de las virtudes por la Madre Mariana de Jesús Torres.

Ojos que vieron la claridad

La Iglesia era un escenario de verdadero dolor e infinita tristeza por parte de los fieles al separarse éstos, de la Madre Mariana, pero también de interminable alegría, por contar con una santa como ella. Al funeral había asistido también una mujer mestiza de nombre Petra Martínez, junto a su hija de cinco años de edad y ciega de nacimiento. Era inquebrantable su confianza en su intercesión para arrancar de Dios, con capacidad de méritos, el milagro de la curación de su hija. “Madre Marianita, Madre Fundadora, duélase de nosotras! Qué será de esta niña después de mis días?, cumpla con su promesa de darle la vista a mi niña", imploraba la mujer, mientras la niña replicaba: “Quién me acariciará como lo hacía vuestra merced? Déjeme Madre verla por última vez! Qué linda debe ser!"

Dejando por un instante a la niña junto a la reja que separa la Iglesia de la clausura, la mujer salió precipitadamente del templo, regresando en breve con un palo en su mano con el cual, metiendo el brazo entre dicha reja, intentaba alcanzar una flor que ceñía la frente de la Madre Mariana. Vanos fueron sus intentos, logrando tan sólo que la rosa caiga sobre el ojo izquierdo de la difunta. Afligida pidió a las religiosas insistentemente le obsequiaran aquella flor, y luego de haberla obtenido, sentó a la niña en su regazo aplicándole repetidamente la flor en ambos ojos y pidiendo sin cesar el milagro a la Santa Fundadora.


Agotada, y cansada de llorar, la niña se quedó dormida. Luego también su madre. Ambas arrimadas a la reja. Las religiosas y los fieles, impresionados por esta escena, respetaron el sueño de estas dos personajes.


Casi al caer la tarde, despertó primero la mujer retomando sus ruegos a la Madre Mariana por el ansiado milagro. Estos clamores despertaron a la niña que poco a poco se incorporaba, para luego, repentinamente dar un salto a las rejas exclamando: “Madre Marianita, que bonita ha sido vuestra merced! No duerma más! Despierte y levántese ya!"


Al escuchar estas palabras, su madre enmudeció de asombro. La dicha recorrió las fibras de su alma, siendo su primera reacción ver los ojos de la niña, y al verlos radiantes y llenos de luz, exclamó: Milagro! Milagro!


Así, la Madre Mariana cumplía, extraordinariamente su promesa!


Profecía cumplida por la Madre Mariana: una rosa a sus pies

Un conmovedor y dorado episodio es el centro de éste artículo.


Varios años antes, una ansiosa mujer embarazada había venido a pedir que la Madre Mariana rece por su condición, que había sido diagnosticada como precaria.


Amable y cordial como siempre, la santa monja le dio un poco de agua de anís - con la cual había realizado innumerables curaciones - y apaciguó sus miedos asegurándole que daría a luz a una hermosa niña. La mujer confortada entonces le pidió que rezara por la protección de su hija.


La Madre Mariana de Jesús respondió:


“No tiene que pedir mis oraciones, porque esta niña es más mía que suya. Ella es un alma elegida por Dios y perfumará este monasterio con el aroma de sus virtudes. Tráigala aquí a menudo, porque deseo verla. Ella vestirá mi cuerpo para mi entierro”.


Según lo predicho, nació una hermosa y sana niña, recibiendo el nombre de Zoila Blanca Rosa Mariana de Jesús. A la edad de diez años pidió ser admitida en el convento, en donde fue un ejemplo de virtudes así como un rayo de sol por su disposición siempre alegre e inocente. En el convento tomó el nombre de Zoila Blanca Rosa de Mariana de Jesús.


Cuando su querida Madre Mariana cayó enferma por última vez, Zoila devotamente cuidó de Ella. De repente su hermosa cara dejo de brillar debido a que no podía soportar el pensamiento de vivir sin su santa Madre.


Un día salió del cuarto de la enferma nuevamente radiante. Al ser preguntada por la razón de tal alegría, ya que la muerte de su Madre estaba próxima, explicó que la Madre Mariana le había prometido llevarla con ella.


Mientras el cuerpo de la Sierva de Dios era velado en el coro bajo, rodeado por una abundancia de flores, Rosa Mariana se arrodilló a los pies de la Santa Religiosa y reposó su cabeza en ellos. Luego después, la Priora se acercó para decirle que tome un descanso. Ella no contestó.


Al moverla, las monjas notaron que su cuerpo estaba frío y su boca llena de sangre. Llamaron de inmediato al doctor, el cual después de un cuidadoso examen dijo, “ella murió de inmediato al arrancársele la arteria principal de su corazón”.


Todas las flores habían sido utilizadas para honrar a la Madre Mariana. Improvisando un ataúd llevaron el cuerpo de la religiosa más joven, sin flores que lo adornen al Coro Bajo en medio de sollozos y de cánticos. Mientras pasaban por el patio, vieron como éste se llenaba de magnificas, hermosas y fragantes rosas blancas cuyo tamaño era el doble de lo normal. El cuerpo de Zoila fue cubierto con esas rosas, cargadas con el perfume y la esencia del milagro y colocado junto al de su santa Madre Protectora.

A la espera de su Tercera Resurrección

Consideramos que poco después de su muerte, el nombre y el recuerdo de la Madre Mariana durmieron prácticamente en medio de un silencio abrumador.

Ella misma suplicó a Nuestra Señora en cierta ocasión que su nombre no sea conocido, de manera tal que solo María Santísima sea glorificada.


Nuestra Señora la complació satisfaciendo su humildad, asegurándole que su vida así como los hechos referentes a la fabricación de la Imagen, irían solamente a ser conocidos a partir del siglo XX.


Cuerpo incorrupto de la Venerable Madre Mariana de Jesús Torres

“Hija Predilecta de mi corazón, mi Mariana de Jesús, vengo desde el Cielo atraída por tu candor angelical y por tus virtudes sin parecido en el mundo actual, Estás predestinada a ser mi Representante en mi Monasterio y fuera de él. Tienes que ser la sembradora de Santidad en estos volcánicos suelos de la Colonia y de la Real Audiencia de Quito".

“La fama de tus virtudes, traspasando éste y posteriores siglos, cubrirá de gloria a Quito y tu nombre será conocido en todos los continentes. Y llegarás al honor de los Altares, para ser, desde ellos, el modelo acabado para almas religiosas y seglares, y serás la Protectora más excelsa para esta Patria consagrada al Corazón Sacratísimo de mi Divino Hijo. Mírame y recibe el influjo de mis ojos maternales".

Luego, los ojos estáticos de la religiosa, se colmaron de felicidad al contemplar la belleza -casi divina - de María Santísima, la Reina de los Cielos y de la Tierra.


Transcurrieron trescientos años, tras los cuales, la Reina de los Cielos cumplió luego su ofrecimiento...


El día 8 de Febrero de 1906, año del Milagro de la Dolorosa del Colegio, cuyos ojos lloraban ante la descristianización del Ecuador y del mundo, la Providencia mostraba a los incrédulos el cuerpo incorrupto de aquella que había sido precisa y marcadamente, la antítesis de ese espíritu laico y revolucionario esparcido por todo el mundo.



Oración a la Sierva de Dios Madre Mariana de Jesús Torres

¡Oh Venerable Sierva de Dios, Madre Mariana de Jesús Torres, gloria de la Orden de las Concepcionistas en Ecuador, modelo eximio de obediencia, pobreza y castidad, a quien se dignó aparecer la Santísima Virgen, particularmente bajo la advocación de Nuestra Señora de El Buen Suceso, en más de un coloquio místico de gran contenido e inefable dulzura, y a quien Ella dotó de luces proféticas extraordinarias sobre lo que sucedería en nuestras días a las poblaciones sudamericanas, entonces gobernadas por la corona española! Mirad con benignidad, os lo pedimos, a vuestros devotos que os imploran una eficaz intercesión.

Contemplad a estos países, y muy especialmente a nuestro querido Ecuador, expuestos hoy a la saña agresiva del comunismo, el cual va penetrando en todos ellos, ora por la fuerza, ora por la astucia. ¡Ved cuán pocos son los ecuatorianos, y de modo general los sudamericanos, compenetrados de la gravedad de ese peligro y de la urgencia de hacerle frente mediante la oración, los sacrificios, y una acción intrépida y eficaz! Y obtened del Divino Espíritu Santo, por los ruegos de María, que difunda por estos pueblos la abnegación y la valentía con que otrora se inmortalizaron los Macabeos, los Cruzados, y los héroes de la resistencia ibérica contra los moros.

Considerad, oh Venerable Madre Mariana, la inmoralidad de las costumbres que asola toda la tierra y ved que esos pecados llevaron a Nuestra Señora a pronosticar en Fátima que terribles castigos caerían sobre la humanidad infiel.

Atended a la sangre de García Moreno, derramada en nuestra tierra para que ésta se convierta en un verdadero Reino de los Corazones de Jesús y de María.

Escuchad, oh benignísima Abadesa del Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito, las oraciones que os hacen tantas almas angustiadas por sus necesidades de alma y de cuerpo, y a todas dad una acogida generosa y alentadora, continuando así, en lo alto del Cielo, en favor de nuestro país, la misión tan bienhechora que en él ejercisteis en vuestra vida terrena. Así Sea.


(de autoría del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira)



Sierva de Dios Madre Mariana de Jesús Torres